jueves, 24 de abril de 2014

COPLAS AL CAFÉ GARDEL

COPLAS AL CAFÉ GARDEL
Por: Volney Naranjo Rodríguez

Todos los días sin falta
Como cumpliendo una cita
Vamos llegando al Gardel
Al caer la tardecita.

Es el café de la esquina
De la Av. 6 con catorce
Antiguo rincón caleño
Que todo el mundo conoce.

Lo fundó Alfonso López Correa
Fogoso liberal de Florida,
Que decidió estimular la Bohemia
En los hombres de su aldea.

Allí vamos llegando todos
De condiciones diversas,
Unos que escuchan atentos
Y otros que siempre conversan.

Cada quien ocupa asiento
En la mesa de su grupo
Y espera que empiece el tema
Y que le llegue su turno.

Todos los días se repite
Con disciplina admirable,
La reunión de gerontes
Que siempre llegan de tarde.


Es el sitio de tertulia.
A veces de charla muy docta,
Donde no existen reservas
Ni a temas ni a palabrotas.

Cada cual tiene el encargo
De contar sus experiencias
Que son largas y variadas
En gente con tanta vigencia.

Todos llegamos allí,
A desempolvar nostalgias,
Viejos saldos de recuerdos
Que nos estrujan el alma.

Cada cual tiene su pena
Como la pena mayor.
Sin saber la pena de otros
Que la guardan por pudor.

El café es un homenaje
Al cantor Carlos Gardel
Y muchos allí repiten
Que nadie canta como él

Cuando declina la tarde
Y la brisa canta y refresca
No hay tema que no aparezca
En las mesas del Gardel.


Y cuando López Correa
Empieza el cuadre de caja
Cada cual paga lo suyo
Y sale con rumbo a casa.

Que la vida nos conserve
Este buen café Gardel
Es el club de los sin club

Y allí pasamos muy bien.

sábado, 12 de abril de 2014

SIPNOSIS SOBRE MIGUEL HERNANDEZ

SIPNOSIS SOBRE MIGUEL HERNANDEZ
Por: VOLNEY NARANJO RODRIGUEZ


Un grupo de amigos, entre ellos, Fernando Gil y Mesías Duque, integrantes del comité cultural de Sevilla, en este departamento del Valle, preocupados por el quehacer del espíritu, y dolientes apasionados de la poesía, me insinuaron la vinculación a este suceso que conmemora los cien años del nacimiento del poeta español Miguel Hernández.

Acepté gustoso sin advertir siquiera los riesgos de semejante empresa. Querían ellos que hablara del personaje, de su época, del momento histórico que le tocó vivir, de su periplo vital, de la profundidad y el estilo de su obra poética y literaria. Pasado el calor emocional de la visita amistosa y de la invitación, y puesto a reflexionar sobre el hecho entendí, pero ya tarde, que había cometido un acto irresponsable y que solo por el respeto a mis amigos y a la memoria eterna del poeta debía intentar llegar hasta aquí con el conjunto de mis preocupaciones sobre el tema.

Yo conocía, es verdad, algunos temas del insigne poeta español y en mi manía de andar declamando todo lo que malamente recuerdo, tengo en mi repertorio de uso corriente en mis actividades de eterno bohemio algunos versos que no van más allá de lo difundido musicalmente por Serrat y de pronto alguno más.

Este compromiso irresponsable, como ya lo dije, me ha obligado a ir más hondo y llegar hasta las raíces mismas del hombre y su portentosa empresa intelectual.

Escribir sobre la vida y la obra del poeta es empresa de alto riesgo. Resulta difícil encontrar en la literatura española y en particular en la poesía, un personaje que haya concitado de manera tan abrumadora el interés por el análisis y la critica de todos los grandes entendidos sobre el tema.

Es de verdad apabullante el cúmulo de obras y la diversidad en que se dan, dedicadas todas a auscultar con religiosa meticulosidad, la profundidad, el estilo, el contenido, las tendencias y cada una de las facetas que concurren en la obra monumental de este pastor de cabras que después de cien años sigue conmoviendo y sorprendiendo con su obra.

No existe aspecto de su vida que no haya sido sometido al examen más riguroso y exhaustivo de parte de sus admiradores y también por sus críticos acerbos que no compartieron las características generales de una vida enmarcada en la mayor tragedia y en el más profundo, terrible y doloroso drama.

Pero sorprende además, que una vida tan corta y colmada de tragedias que aun hoy nos conmueven, hubiera dado cabida y albergue a obra tan plural, tan diversa y tan rica en matices y valores poéticos.


Existe sobre Miguel Hernández la más amplia bibliografía de estudios sobre su obra y causa inquietud grata para estudiosos y aficionados a las letras que una vida tan acosada por la muerte y tan temprano desaparecida, haya logrado una especie de consenso para congregar a legos y entendidos cien años después a reconocer, de pronto de manera tardía, la razón y camino que este hombre transitó solitario para llegar a la inmortalidad.


ESPAÑA EN EL CORAZÓN. (EL MEDIO HISTÓRICO)

Este, que es el título de un libro de Neruda, puede ser a la vez, la afirmación de un sentimiento colectivo de la mayoría de latinoamericanos. Todos tenemos razones suficientes para querer el origen de nuestras principales características que nos definen como nación. Además del entramado mestizaje que corre por nuestras venas y eso ya es bastante, está el lenguaje que al decir de los entendidos lo es todo. Nada existe fuera de él y solo tenemos reconocimiento e identidad a través de la palabra. Bien lo dice García Márquez, la existencia de las cosas y los seres comienzan cuando las podemos llamar por su nombre.

No es necesario que busquemos o tratemos de dar explicaciones para el origen de nuestras naturales emociones por lo español. Mas de trescientos años de colonia fueron moldeando unas veces por la fuerza de la costumbre y muchas por la razón a la fuerza lo que hoy somos en el concierto de nuestra América hispano parlante.

Para cualquier latino y en manera especial para un colombiano, revisar la historia de España, conocer sus valles, sus pueblos, sus collados, sus ciudades llenas de historia, lo inmenso y prolijo de su literatura y en particular de su poesía, es como hacer un recorrido interior por nuestras propias formas de expresión, es enfrentar nuestra sensibilidad y nuestras emociones mas íntimas en un repaso apasionado por territorios en que el espíritu nos va confirmando una vieja y antigua familiaridad.

Llega Miguel Hernández a la vida en el año de 1910. Estaba terminando apenas la primera década del siglo XX. España para aquellas calendas era el país más pobre de Europa. A tal grado lo era que ya se había acuñado el estribillo bien conocido que afirmaba que Europa llegaba hasta los pirineos y el resto era África. España en ese entonces era más que menospreciada por el conjunto de países Europeos y la miseria y el gran deterioro social de los ibéricos era algo inocultable para el resto de la comunidad internacional.

Miguel Hernández viene de un sector marginal del país. Hijo de campesinos, de un hogar hundido en la miseria que tipificaba la España de entonces. Dedicado al pastoreo de ganado menor pasa la mayor parte de su infancia y ya en la propia adolescencia tiene que cortar sus estudios de bachillerato para volver a las laderas españolas a lidiar con las cabras de su señor padre.


No queda duda de la esencia y entraña campesina de este mozalbete nacido en Orihuela en el año de 1910 que a la edad de 13 años comenzó, con la timidez natural, a escribir sus primero versos y a buscar su publicación en los escasos medios de su pueblo.

Ya por el año 25 el mundo estaba conmocionado con los sucesos que se desarrollaban en la tierra de los zares. La revolución bolchevique y el impacto de aquellos cambios habían alterado de manera protuberante a todos los intelectuales del mundo y en especial a los pensadores políticos. Los vientos de oriente traían nuevas ideas que reivindicaban una justicia social que era un anhelo colectivo para los pobres del mundo y España, su pueblo, sus dirigentes republicanos y todos los interesados en el cambio social se alinearon del lado de la bandera socialista. De manera simultánea las fuerzas del oscurantismo más cerrero que ha conocido la humanidad, formaban sus escuadrones del terror y de la muerte en los campos de la Alemania de Hitler y en la Italia de Musolini.

España sirvió para experimentar en su propio suelo, con su pueblo y con su sangre las armas que habían de servir de medio de exterminio de la humanidad en la segunda guerra mundial. Nuestro campesino poeta no fue indiferente a la suerte de su patria ni lo fué tampoco a las ideas que llegaban como producto de la revolución de octubre. Decidido se incorporó a las filas de la lucha por la libertad y su corta vida la gastó entre trincheras, combates y carcelazos.

Si hemos de concluir en algo tenemos que aceptar que fueron muy pocas las veces que el poeta pudo tener un fusil entre sus manos, pues lo corto de su existencia, lo inmenso de su obra y el tiempo que paso en las cárceles nos dicen que lo único que Miguel Hernández disparaba eran versos, coplas y poemas.

Bien conocido está el desenlace del cruento episodio de la guerra civil española y no es esta la oportunidad ni el escenario para volver sobre un tema que ha sido recurrente en exceso. Solo un aspecto demasiado costoso para la cultura española quiero resaltar. Entre las victimas principales de este trágico suceso estaba la poesía. Fusilado Federico García Lorca, desterrados Rafael Alberti y los hermanos Machado y muerto en la prisión Miguel Hernández estaba claro que las letras españolas aportaban al drama su más alta cuota de sacrificio.

Hoy, a más de setenta años de la reyerta, una de las principales preocupaciones de la España intelectual y culta, es lavar su imagen de aquel tiempo sobre aquellos hechos que dejaron sobre el país ibérico una sombra que oscurece ante el mundo el resplandor de su alta cultura. Y son las victimas intelectuales en el campo de las bellas artes, diversas y variadas, las que llenan de orgullo y de reconocimiento a nuestra madre patria. Picasso, Alberti, García Lorca, los Machado, Casal, Miguel Hernández y tantos valores que desplegados por el mundo y acogidos a la solidaridad de Gobiernos demócratas y al derecho de asilo o en las cárceles, continuaron ejerciendo su tarea intelectual y portentosa que hoy su patria puede mostrar al mundo como un verdadero tesoro de la cultura y el arte.

Pero los tiempos cambian y aquella epopeya de la conquista y el coloniaje complementario hoy son apenas referentes históricos y motivos de estudio para los especialistas. Otros son los métodos y procedimientos de la España actual.

Ya no tenemos cruzadas precedidas de la cruz y de la espada, como decía el Tuerto López, aunque su doctrina esté vigente.

La España de hoy, moderna y dinámica, incorporada con todo derecho a la Unión Europea, utiliza formas y procedimientos bien diferentes. En los círculos económicos, financieros y políticos se habla de la reconquista española.

La penetración ibérica se da hoy a través del gran capital. Las inversiones son cuantiosas y su política va dirigida a lograr el apoderamiento de los grandes medios de comunicación. De las empresas de servicios públicos, de la banca y la prensa en sus diversas formas de presentación, en el alto mundo financiero y en la producción de energía, España extiende sus pretensiones de dominio hacia el mundo de los derechos de autor a través de sus grandes editoriales y de su organización especializada en este frente de la producción intelectual, logrando efectos muy positivos en países como México, Argentina, Brasil y Colombia, llegando inclusive a apoderarse de expresiones de la farándula, que poco tienen de contenido artístico pero si un gran valor comercial por su posicionamiento en los mercados populares. Mucho dista la España de hoy a la de Miguel Hernández. Sin embargo, duele saber que a pesar del desarrollo en todos los frentes que registra la patria del poeta inmortal no aparece en el firmamento de las letras y la poesía los valores y expresiones estéticas que puedan superar al colectivo de mártires intelectuales que nos dejaron su legado y su obra como ejemplo.

A pesar del tiempo España no logra recuperarse de la hecatombe que perturbó para siempre el desarrollo y la tradición de este pueblo de moros y cristianos que de manera conjunta han construido gran parte de la historia de Europa.

Las duras contradicciones que produjo la debacle hoy siguen siendo una constante en la vida de los ibéricos.

Hoy la aguda y ácida polémica se da entre quienes pretenden mantener como hasta ahora, un manto de impunidad que cubra ante los ojos de las generaciones futuras los horrores de un pasado que debe avergonzar y llenar de ludibrio a los que promovieron la carnicería. Del otro lado, los deudos y parientes de las victimas que se cuentan por millares y que aspiran a develar los crímenes de lesa humanidad que conmovieron al mundo de aquella época y siguen aún sorprendiendo con dolor a las generaciones actuales que no entienden cómo pudo llegarse a tan terrible desangre.
  
Hay una España que lucha por mostrar el crimen a la luz del sol y hacer que se incorpore a la memoria colectiva para que el doloroso recuerdo de todos evite hacia el futuro nuevos holocaustos.


LA VIDA DEL POETA.

Nace el 30 de octubre de 1910 y muere el 28 de marzo de 1942. Treinta y un años y cinco meses fue la vida del poeta. Muy breve espacio para existencia tan prolífica. Esta vida fugaz hay que mirarla con detenimiento. Solo los grandes hombres que han conmovido a la humanidad con sus obras y sus hazañas y de manera especial los guerreros y conquistadores, han logrado en vidas tan breves realizaciones que concitan la admiración y el reconocimiento de la humanidad. Todas por lo general de carácter épico. Pero en el campo de la producción intelectual no es corriente encontrar fenómenos de esta naturaleza.

Miguel Hernández empieza a consolidar su obra poética a partir de los veinte años de edad. Antes, desde los trece, había escrito poemas y versos sobre temas dispersos y sin unidad temática que el mismo considera tentativas y pequeños ensayos en el interés de desarrollar mayores propósitos. Estamos ante la evidencia que su vida productiva se prolongó solo por doce cortos años. Pero la vida de Miguel no fue una vida corriente, ocho cárceles de España le dieron forzado albergue al poeta.

La mayoría de sus obra se escribió en las prisiones. Así mismo, fue en las prolongadas detenciones donde adelantó las lecturas de sus autores preferidos. Sumado a esta dificultad, hay que resaltar la precaria salud del poeta. Todos los biógrafos coinciden en señalar sus permanentes achaques. Juan Cano Ballesta, tal vez uno de los mejor documentados sobre la vida y tragedia de Hernández nos cuenta que estando detenido en el reformatorio de adultos de Alicante, en noviembre de 1941 enfermó de tifo, pleuresía y finalmente contrae la tuberculosis que ha de llevarlo a la muerte.

Ya antes había peregrinado por las prisiones de Madrid, Palencia y Ocaña, lugares en donde su salud hizo crisis hasta llevarlo a las condiciones fatales que afrontó en el Reformatorio de Alicante.

La vida de Miguel Hernández logró derrotar su temprana muerte física. Toda su existencia fue una batalla frontal contra la muerte. Miguel Hernández hizo de su vida un reto permanente para superar la muerte. Y fue tal el triunfo de su batalla que hoy nos reunimos para conmemorar sus cien años de vida intelectual, cien años de vigencia de su trabajo poético y literario y cien años del valor de su ejemplo y de su lucha por la libertad de los seres humanos sobre la tierra. Hoy estamos celebrando la derrota de la muerte, que en la vida de Hernández no pasa de ser un aspecto puramente anecdótico, pues el poeta está con nosotros y su obra trasciende todos los limites de lo mortal.


Miguel Hernández tuvo siempre la sensación de que su vida seria muy breve y todos sus actos estaban encaminados a prolongar su existencia y a derrotar la muerte. Sólo de esta certidumbre puede inferirse que haya logrado estructurar en medio de la tragedia permanente y de todos los acechos, una vida de combatiente con los perfiles que enmarcan la de este gladiador de la vida.

Su condición de hombre del campo que no lo arredró nunca, lo dotó de una sencillez trasparente y le dio una especie de aura personal y única que lo acompañaría siempre.

El amor por su entorno y su vocación de campesino son factores presentes en los actos cotidianos del poeta y su obra es un trasunto evidente de aquella campiña española con todas sus deformidades sociales y en especial con su circunstancia política.

Una voluntad de hierro y una decisión inquebrantable blindaron la existencia tortuosa de este pastor de cabras que asediado por todas las dificultades y victima de todas las infamias, tuvo siempre un desprecio infinito por la suerte de su propia persona. Sabía él que lo importante era su producción intelectual y que su obra terminaría por salvar esa vida de eterna agonía a la que estaba condenado, donde solo se daban persecuciones, cárceles y ausencias.

Todos los elementos que surtieron esta vida trágica y dolorosa son los mismos materiales que simultáneamente van a dar forma a su faena poética. Jamás se ha dado tanta lealtad entre el autor y su obra. Hay un factor concomitante que en forma paralela y constante va confirmando la sentencia del filósofo español en el sentido de que siempre será “el hombre y su circunstancia y nadie logrará desprenderse de su propio entorno, de los elementos que caracterizan una vida y una época”.

Miguel Hernández fue una especie de Cristo moderno, su vida se consumió en un largo peregrinaje de martirio que lo llevó desde su rincón bucólico y campesino de Orihuela hasta las trincheras de la lucha popular de su país y después lo condenó a una permanencia en prisión en las distintas cárceles de su España entrañable.

Esa vida de tragedia permanente, de lenta y larga agonía le formó un carácter de combatiente, de guerrero imbatible que lo armó de las necesarias resistencias y convicciones para poder enfrentarla. No conoció el descanso ni el sosiego y acongoja al espíritu más desprevenido saber que los acontecimientos de su vida cotidiana que estaban destinados a estimular su proceso vital como su matrimonio o el nacimiento de sus hijos terminarían siendo duros eslabones en su larga cadena de espantosos sufrimientos.




LA OBRA POÉTICA

Hacer poesía es un acto doloroso, lacerante. No en vano la vida de los poetas en su mayoría es triste y llena de melancolía. El poeta es un ser con una sensibilidad especial que lo lleva a ver de una manera personal y única los fenómenos de la cotidianidad que para los demás tienen un trascurrir lógico y normal.

El tejido emocional de los poetas es diferente. Un profundo sentido romántico, una observación dramática, un concepto lúdico o una observación filosófica estará siempre presente en la mirada del poeta. Él siempre encontrara razones distintas en cada proceso emocional y creativo que lo llevará a desentrañar lo subyacente y a convertir en arte lo que constituye su personal apreciación sobre las cosas.

El proceso de creación poética, cuando tiene valor y contenido, cuando está precedido de una sincera vocación, se asemeja al ritual de la confesión, es un acto de contrición, es un enfrentamiento con sus más íntimas convicciones y produce desgarramientos emocionales en la vida misma del creador. Este trance doloroso solo lo alivia la certeza de una creación que por su contenido y belleza haga florecer en el poeta, la seguridad de haber logrado un producto que pueda someterse a la crítica, que logre el reconocimiento, que perdure en el tiempo como una prueba de su verdadero valor.

El poeta tiene además un profundo sentido de la libertad. De la libertad para pensar y de la libertad para crear, pues a pesar de soportar una personalidad especial que lo reta y lo impele a un preconcepto de las situaciones y los temas, él tiene la independencia de la autonomía y el concurso de la voluntad para enfrentar con carácter y resolución cada tema en el escenario que considere más apto para el desarrollo de todo proceso creativo.

La poesía de Hernández es eso precisamente. Un acto de absoluta y total autonomía. Una vocación de libertad sin fronteras y una constante y rotunda rebeldía contra todas las injusticias.

Es lógico que en la obra Hernandeña aflore la campiña española. Él viene del campo y se debe a él. Todo lo que ha visto, lo que ha aprendido, lo poco que ha vivido y lo mucho que ha sufrido está dentro de ese marco rural donde se ha sucedido su tiempo consciente. Tiene la ventaja sobre sus congéneres de haber adelantado por su natural inquietud lecturas que le van conformando una cultura que no es común en los seres de su medio.

Ese interés en su formación literaria le estimula la vocación poética y cuando se decidió a escribir sin complejos y sin cortedades como lo hizo en el resto de su vida produjo obras que presentan un justo equilibrio en el concepto y en la técnica como podemos observar en el niño yuntero.

Es esta obra una de las tantas autobiográficas en que mejor se puede apreciar su vida de niño campesino y la profunda conceptualización que trasciende en el texto. El niño yuntero no solamente describe el duro drama de la población en cuadro doloroso que sigue teniendo vigencia en muchos países donde la explotación de los sectores agrarios mantiene aún condiciones feudales de claro vasallaje, sino que va mucho más allá. Deja claro un planteamiento ideológico que cuestiona con seriedad el problema social, se pregunta donde puede estar la solución y la responde con una visión política de clase que deja la sensación en el lector del convencimiento que el autor tiene de la urgencia en cambios sociales que tendrán que darse. El niño yuntero dicho en tono menor es todo un manifiesto político sin perjuicio de la carga poética que describe de bella y dolida manera este aspecto de la vida del campo.

La Elegía a Ramón Sijé es un himno universal a la solidaridad. Ya lo había dicho otro poeta español que el “sentimiento de la amistad debe ser como la sangre que llega siempre a la herida sin esperar que la llamen”. Así actúa Miguel Hernández frente a la muerte de su amigo y compañero del alma Ramón Sijé. Inmediato, espontáneo, abrumado por el dolor y el peso indefinible de la muerte deja en esta obra magistral el mayor testimonio de amistad que alguien pueda imaginar. Un hondo dramatismo, ausente de toda falsa postura sensiblera, conservando un mesurado y racional equilibrio en medio del más abrumador de los dolores, Miguel Hernández logra en esta elegía hacer el mayor reconocimiento a la amistad como vínculo fraterno y solidario entre seres que la vida hermanó con lazos que ni aun la muerte pudo romper.


La elegía a Ramón es otro cuadro de la vida del poeta que describe su gran tragedia. Todo lo que constituye sus grandes valores afectivos se va derrumbando de una manera siniestra y fatal que lo va hundiendo poco a poco en la mas dolorosa soledad, aún así el no se queja ni se acongoja, su reacción es de rabia contra la muerte y bien quisiera él con sus propias manos sacarlo de la tierra y volverlo a la vida cotidiana en el jardín, en el apiario, en las madreselvas y enredaderas que ambos recorrieron y disfrutaron.