SIPNOSIS
SOBRE MIGUEL HERNANDEZ
Por:
VOLNEY NARANJO RODRIGUEZ
Un grupo de amigos, entre ellos, Fernando Gil y Mesías
Duque, integrantes del comité cultural de Sevilla, en este departamento del Valle,
preocupados por el quehacer del espíritu, y dolientes apasionados de la poesía,
me insinuaron la vinculación a este suceso que conmemora los cien años del
nacimiento del poeta español Miguel Hernández.
Acepté gustoso sin advertir siquiera los riesgos de
semejante empresa. Querían ellos que hablara del personaje, de su época, del
momento histórico que le tocó vivir, de su periplo vital, de la profundidad y
el estilo de su obra poética y literaria. Pasado el calor emocional de la visita
amistosa y de la invitación, y puesto a reflexionar sobre el hecho entendí,
pero ya tarde, que había cometido un acto irresponsable y que solo por el
respeto a mis amigos y a la memoria eterna del poeta debía intentar llegar
hasta aquí con el conjunto de mis preocupaciones sobre el tema.
Yo conocía, es verdad, algunos temas del insigne poeta
español y en mi manía de andar declamando todo lo que malamente recuerdo, tengo
en mi repertorio de uso corriente en mis actividades de eterno bohemio algunos
versos que no van más allá de lo difundido musicalmente por Serrat y de pronto
alguno más.
Este compromiso irresponsable, como ya lo dije, me ha
obligado a ir más hondo y llegar hasta las raíces mismas del hombre y su portentosa
empresa intelectual.
Escribir sobre la vida y la obra del poeta es empresa de
alto riesgo. Resulta difícil encontrar en la literatura española y en
particular en la poesía, un personaje que haya concitado de manera tan
abrumadora el interés por el análisis y la critica de todos los grandes
entendidos sobre el tema.
Es de verdad apabullante el cúmulo de obras y la
diversidad en que se dan, dedicadas todas a auscultar con religiosa
meticulosidad, la profundidad, el estilo, el contenido, las tendencias y cada
una de las facetas que concurren en la obra monumental de este pastor de cabras
que después de cien años sigue conmoviendo y sorprendiendo con su obra.
No existe aspecto de su vida que no haya sido sometido
al examen más riguroso y exhaustivo de parte de sus admiradores y también por
sus críticos acerbos que no compartieron las características generales de una
vida enmarcada en la mayor tragedia y en el más profundo, terrible y doloroso
drama.
Pero sorprende además, que una vida tan corta y colmada
de tragedias que aun hoy nos conmueven, hubiera dado cabida y albergue a obra
tan plural, tan diversa y tan rica en matices y valores poéticos.
Existe sobre Miguel Hernández la más amplia bibliografía
de estudios sobre su obra y causa inquietud grata para estudiosos y aficionados
a las letras que una vida tan acosada por la muerte y tan temprano desaparecida,
haya logrado una especie de consenso para congregar a legos y entendidos cien
años después a reconocer, de pronto de manera tardía, la razón y camino que
este hombre transitó solitario para llegar a la inmortalidad.
ESPAÑA EN EL
CORAZÓN. (EL MEDIO HISTÓRICO)
Este, que es el título de un libro de Neruda, puede ser a
la vez, la afirmación de un sentimiento colectivo de la mayoría de
latinoamericanos. Todos tenemos razones suficientes para querer el origen de
nuestras principales características que nos definen como nación. Además del
entramado mestizaje que corre por nuestras venas y eso ya es bastante, está el
lenguaje que al decir de los entendidos lo es todo. Nada existe fuera de él y
solo tenemos reconocimiento e identidad a través de la palabra. Bien lo dice García
Márquez, la existencia de las cosas y los seres comienzan cuando las podemos
llamar por su nombre.
No es necesario que busquemos o tratemos de dar
explicaciones para el origen de nuestras naturales emociones por lo español.
Mas de trescientos años de colonia fueron moldeando unas veces por la fuerza de
la costumbre y muchas por la razón a la fuerza lo que hoy somos en el concierto
de nuestra América hispano parlante.
Para cualquier latino y en manera especial para un
colombiano, revisar la historia de España, conocer sus valles, sus pueblos, sus
collados, sus ciudades llenas de historia, lo inmenso y prolijo de su
literatura y en particular de su poesía, es como hacer un recorrido interior
por nuestras propias formas de expresión, es enfrentar nuestra sensibilidad y
nuestras emociones mas íntimas en un repaso apasionado por territorios en que
el espíritu nos va confirmando una vieja y antigua familiaridad.
Llega Miguel Hernández a la vida en el año de 1910. Estaba
terminando apenas la primera década del siglo XX. España para aquellas calendas
era el país más pobre de Europa. A tal grado lo era que ya se había acuñado el
estribillo bien conocido que afirmaba que Europa llegaba hasta los pirineos y
el resto era África. España en ese entonces era más que menospreciada por el
conjunto de países Europeos y la miseria y el gran deterioro social de los ibéricos
era algo inocultable para el resto de la comunidad internacional.
Miguel Hernández viene de un sector marginal del país.
Hijo de campesinos, de un hogar hundido en la miseria que tipificaba la España
de entonces. Dedicado al pastoreo de ganado menor pasa la mayor parte de su
infancia y ya en la propia adolescencia tiene que cortar sus estudios de
bachillerato para volver a las laderas españolas a lidiar con las cabras de su
señor padre.
No queda duda de la esencia y entraña campesina de este
mozalbete nacido en Orihuela en el año de 1910 que a la edad de 13 años comenzó,
con la timidez natural, a escribir sus primero versos y a buscar su publicación
en los escasos medios de su pueblo.
Ya por el año 25 el mundo estaba conmocionado con los sucesos
que se desarrollaban en la tierra de los zares. La revolución bolchevique y el
impacto de aquellos cambios habían alterado de manera protuberante a todos los
intelectuales del mundo y en especial a los pensadores políticos. Los vientos de
oriente traían nuevas ideas que reivindicaban una justicia social que era un
anhelo colectivo para los pobres del mundo y España, su pueblo, sus dirigentes
republicanos y todos los interesados en el cambio social se alinearon del lado
de la bandera socialista. De manera simultánea las fuerzas del oscurantismo más
cerrero que ha conocido la humanidad, formaban sus escuadrones del terror y de
la muerte en los campos de la Alemania de Hitler y en la Italia de Musolini.
España sirvió para experimentar en su propio suelo, con
su pueblo y con su sangre las armas que habían de servir de medio de exterminio
de la humanidad en la segunda guerra mundial. Nuestro campesino poeta no fue
indiferente a la suerte de su patria ni lo fué tampoco a las ideas que llegaban
como producto de la revolución de octubre. Decidido se incorporó a las filas de
la lucha por la libertad y su corta vida la gastó entre trincheras, combates y carcelazos.
Si hemos de concluir en algo tenemos que aceptar que fueron
muy pocas las veces que el poeta pudo tener un fusil entre sus manos, pues lo
corto de su existencia, lo inmenso de su obra y el tiempo que paso en las cárceles
nos dicen que lo único que Miguel Hernández disparaba eran versos, coplas y
poemas.
Bien conocido está el desenlace del cruento episodio de
la guerra civil española y no es esta la oportunidad ni el escenario para volver
sobre un tema que ha sido recurrente en exceso. Solo un aspecto demasiado
costoso para la cultura española quiero resaltar. Entre las victimas
principales de este trágico suceso estaba la poesía. Fusilado Federico García
Lorca, desterrados Rafael Alberti y los hermanos Machado y muerto en la prisión
Miguel Hernández estaba claro que las letras españolas aportaban al drama su más
alta cuota de sacrificio.
Hoy, a más de setenta años de la reyerta, una de las
principales preocupaciones de la España intelectual y culta, es lavar su imagen
de aquel tiempo sobre aquellos hechos que dejaron sobre el país ibérico una
sombra que oscurece ante el mundo el resplandor de su alta cultura. Y son las
victimas intelectuales en el campo de las bellas artes, diversas y variadas,
las que llenan de orgullo y de reconocimiento a nuestra madre patria. Picasso, Alberti,
García Lorca, los Machado, Casal, Miguel Hernández y tantos valores que
desplegados por el mundo y acogidos a la solidaridad de Gobiernos demócratas y
al derecho de asilo o en las cárceles, continuaron ejerciendo su tarea
intelectual y portentosa que hoy su patria puede mostrar al mundo como un
verdadero tesoro de la cultura y el arte.
Pero los tiempos cambian y aquella epopeya de la
conquista y el coloniaje complementario hoy son apenas referentes históricos y
motivos de estudio para los especialistas. Otros son los métodos y procedimientos
de la España actual.
Ya no tenemos cruzadas precedidas de la cruz y de la
espada, como decía el Tuerto López, aunque su doctrina esté vigente.
La España de hoy, moderna y dinámica, incorporada con
todo derecho a la Unión Europea, utiliza formas y procedimientos bien
diferentes. En los círculos económicos, financieros y políticos se habla de la
reconquista española.
La penetración ibérica se da hoy a través del gran
capital. Las inversiones son cuantiosas y su política va dirigida a lograr el apoderamiento
de los grandes medios de comunicación. De las empresas de servicios públicos,
de la banca y la prensa en sus diversas formas de presentación, en el alto mundo
financiero y en la producción de energía, España extiende sus pretensiones de
dominio hacia el mundo de los derechos de autor a través de sus grandes
editoriales y de su organización especializada en este frente de la producción
intelectual, logrando efectos muy positivos en países como México, Argentina,
Brasil y Colombia, llegando inclusive a apoderarse de expresiones de la
farándula, que poco tienen de contenido artístico pero si un gran valor
comercial por su posicionamiento en los mercados populares. Mucho dista la
España de hoy a la de Miguel Hernández. Sin embargo, duele saber que a pesar del
desarrollo en todos los frentes que registra la patria del poeta inmortal no
aparece en el firmamento de las letras y la poesía los valores y expresiones
estéticas que puedan superar al colectivo de mártires intelectuales que nos dejaron
su legado y su obra como ejemplo.
A pesar del tiempo España no logra recuperarse de la hecatombe
que perturbó para siempre el desarrollo y la tradición de este pueblo de moros
y cristianos que de manera conjunta han construido gran parte de la historia de
Europa.
Las duras contradicciones que produjo la debacle hoy
siguen siendo una constante en la vida de los ibéricos.
Hoy la aguda y ácida polémica se da entre quienes pretenden
mantener como hasta ahora, un manto de impunidad que cubra ante los ojos de las
generaciones futuras los horrores de un pasado que debe avergonzar y llenar de
ludibrio a los que promovieron la carnicería. Del otro lado, los deudos y
parientes de las victimas que se cuentan por millares y que aspiran a develar
los crímenes de lesa humanidad que conmovieron al mundo de aquella época y
siguen aún sorprendiendo con dolor a las generaciones actuales que no entienden
cómo pudo llegarse a tan terrible desangre.
Hay una España que lucha por mostrar el crimen a la luz
del sol y hacer que se incorpore a la memoria colectiva para que el doloroso
recuerdo de todos evite hacia el futuro nuevos holocaustos.
LA VIDA DEL
POETA.
Nace el 30 de octubre de 1910 y muere el 28 de marzo de
1942. Treinta y un años y cinco meses fue la vida del poeta. Muy breve espacio
para existencia tan prolífica. Esta vida fugaz hay que mirarla con detenimiento.
Solo los grandes hombres que han conmovido a la humanidad con sus obras y sus
hazañas y de manera especial los guerreros y conquistadores, han logrado en
vidas tan breves realizaciones que concitan la admiración y el reconocimiento
de la humanidad. Todas por lo general de carácter épico. Pero en el campo de la
producción intelectual no es corriente encontrar fenómenos de esta naturaleza.
Miguel Hernández empieza a consolidar su obra poética a
partir de los veinte años de edad. Antes, desde los trece, había escrito poemas
y versos sobre temas dispersos y sin unidad temática que el mismo considera
tentativas y pequeños ensayos en el interés de desarrollar mayores propósitos. Estamos
ante la evidencia que su vida productiva se prolongó solo por doce cortos años.
Pero la vida de Miguel no fue una vida corriente, ocho cárceles de España le
dieron forzado albergue al poeta.
La mayoría de sus obra se escribió en las prisiones. Así
mismo, fue en las prolongadas detenciones donde adelantó las lecturas de sus
autores preferidos. Sumado a esta dificultad, hay que resaltar la precaria
salud del poeta. Todos los biógrafos coinciden en señalar sus permanentes
achaques. Juan Cano Ballesta, tal vez uno de los mejor documentados sobre la
vida y tragedia de Hernández nos cuenta que estando detenido en el reformatorio
de adultos de Alicante, en noviembre de 1941 enfermó de tifo, pleuresía y finalmente
contrae la tuberculosis que ha de llevarlo a la muerte.
Ya antes había peregrinado por las prisiones de Madrid,
Palencia y Ocaña, lugares en donde su salud hizo crisis hasta llevarlo a las
condiciones fatales que afrontó en el Reformatorio de Alicante.
La vida de Miguel Hernández logró derrotar su temprana
muerte física. Toda su existencia fue una batalla frontal contra la muerte. Miguel
Hernández hizo de su vida un reto permanente para superar la muerte. Y fue tal
el triunfo de su batalla que hoy nos reunimos para conmemorar sus cien años de
vida intelectual, cien años de vigencia de su trabajo poético y literario y
cien años del valor de su ejemplo y de su lucha por la libertad de los seres
humanos sobre la tierra. Hoy estamos celebrando la derrota de la muerte, que en
la vida de Hernández no pasa de ser un aspecto puramente anecdótico, pues el
poeta está con nosotros y su obra trasciende todos los limites de lo mortal.
Miguel Hernández tuvo siempre la sensación de que su
vida seria muy breve y todos sus actos estaban encaminados a prolongar su
existencia y a derrotar la muerte. Sólo de esta certidumbre puede inferirse que
haya logrado estructurar en medio de la tragedia permanente y de todos los acechos,
una vida de combatiente con los perfiles que enmarcan la de este gladiador de
la vida.
Su condición de hombre del campo que no lo arredró nunca,
lo dotó de una sencillez trasparente y le dio una especie de aura personal y
única que lo acompañaría siempre.
El amor por su entorno y su vocación de campesino son
factores presentes en los actos cotidianos del poeta y su obra es un trasunto
evidente de aquella campiña española con todas sus deformidades sociales y en especial
con su circunstancia política.
Una voluntad de hierro y una decisión inquebrantable
blindaron la existencia tortuosa de este pastor de cabras que asediado por
todas las dificultades y victima de todas las infamias, tuvo siempre un
desprecio infinito por la suerte de su propia persona. Sabía él que lo
importante era su producción intelectual y que su obra terminaría por salvar
esa vida de eterna agonía a la que estaba condenado, donde solo se daban persecuciones,
cárceles y ausencias.
Todos los elementos que surtieron esta vida trágica y
dolorosa son los mismos materiales que simultáneamente van a dar forma a su
faena poética. Jamás se ha dado tanta lealtad entre el autor y su obra. Hay un
factor concomitante que en forma paralela y constante va confirmando la
sentencia del filósofo español en el sentido de que siempre será “el hombre y
su circunstancia y nadie logrará desprenderse de su propio entorno, de los
elementos que caracterizan una vida y una época”.
Miguel Hernández fue una especie de Cristo moderno, su
vida se consumió en un largo peregrinaje de martirio que lo llevó desde su
rincón bucólico y campesino de Orihuela hasta las trincheras de la lucha
popular de su país y después lo condenó a una permanencia en prisión en las
distintas cárceles de su España entrañable.
Esa vida de tragedia permanente, de lenta y larga agonía
le formó un carácter de combatiente, de guerrero imbatible que lo armó de las
necesarias resistencias y convicciones para poder enfrentarla. No conoció el
descanso ni el sosiego y acongoja al espíritu más desprevenido saber que los
acontecimientos de su vida cotidiana que estaban destinados a estimular su
proceso vital como su matrimonio o el nacimiento de sus hijos terminarían
siendo duros eslabones en su larga cadena de espantosos sufrimientos.
LA OBRA POÉTICA
Hacer poesía es un acto doloroso, lacerante. No en vano
la vida de los poetas en su mayoría es triste y llena de melancolía. El poeta
es un ser con una sensibilidad especial que lo lleva a ver de una manera
personal y única los fenómenos de la cotidianidad que para los demás tienen un
trascurrir lógico y normal.
El tejido emocional de los poetas es diferente. Un
profundo sentido romántico, una observación dramática, un concepto lúdico o una
observación filosófica estará siempre presente en la mirada del poeta. Él
siempre encontrara razones distintas en cada proceso emocional y creativo que
lo llevará a desentrañar lo subyacente y a convertir en arte lo que constituye
su personal apreciación sobre las cosas.
El proceso de creación poética, cuando tiene valor y
contenido, cuando está precedido de una sincera vocación, se asemeja al ritual
de la confesión, es un acto de contrición, es un enfrentamiento con sus más íntimas
convicciones y produce desgarramientos emocionales en la vida misma del
creador. Este trance doloroso solo lo alivia la certeza de una creación que por
su contenido y belleza haga florecer en el poeta, la seguridad de haber logrado
un producto que pueda someterse a la crítica, que logre el reconocimiento, que
perdure en el tiempo como una prueba de su verdadero valor.
El poeta tiene además un profundo sentido de la libertad.
De la libertad para pensar y de la libertad para crear, pues a pesar de
soportar una personalidad especial que lo reta y lo impele a un preconcepto de
las situaciones y los temas, él tiene la independencia de la autonomía y el
concurso de la voluntad para enfrentar con carácter y resolución cada tema en
el escenario que considere más apto para el desarrollo de todo proceso
creativo.
La poesía de Hernández es eso precisamente. Un acto de
absoluta y total autonomía. Una vocación de libertad sin fronteras y una
constante y rotunda rebeldía contra todas las injusticias.
Es lógico que en la obra Hernandeña aflore la campiña española.
Él viene del campo y se debe a él. Todo lo que ha visto, lo que ha aprendido,
lo poco que ha vivido y lo mucho que ha sufrido está dentro de ese marco rural
donde se ha sucedido su tiempo consciente. Tiene la ventaja sobre sus
congéneres de haber adelantado por su natural inquietud lecturas que le van
conformando una cultura que no es común en los seres de su medio.
Ese interés en su formación literaria le estimula la
vocación poética y cuando se decidió a escribir sin complejos y sin cortedades
como lo hizo en el resto de su vida produjo obras que presentan un justo
equilibrio en el concepto y en la técnica como podemos observar en el niño
yuntero.
Es esta obra una de las tantas autobiográficas en que mejor
se puede apreciar su vida de niño campesino y la profunda conceptualización que
trasciende en el texto. El niño yuntero no solamente describe el duro drama de
la población en cuadro doloroso que sigue teniendo vigencia en muchos países
donde la explotación de los sectores agrarios mantiene aún condiciones feudales
de claro vasallaje, sino que va mucho más allá. Deja claro un planteamiento
ideológico que cuestiona con seriedad el problema social, se pregunta donde
puede estar la solución y la responde con una visión política de clase que deja
la sensación en el lector del convencimiento que el autor tiene de la urgencia
en cambios sociales que tendrán que darse. El niño yuntero dicho en tono menor
es todo un manifiesto político sin perjuicio de la carga poética que describe
de bella y dolida manera este aspecto de la vida del campo.
La Elegía a Ramón Sijé es un himno universal a la solidaridad. Ya lo había dicho otro poeta español que el “sentimiento de la amistad debe ser
como la sangre que llega siempre a la herida sin esperar que la llamen”. Así
actúa Miguel Hernández frente a la muerte de su amigo y compañero del alma
Ramón Sijé. Inmediato, espontáneo, abrumado por el dolor y el peso indefinible
de la muerte deja en esta obra magistral el mayor testimonio de amistad que
alguien pueda imaginar. Un hondo dramatismo, ausente de toda falsa postura
sensiblera, conservando un mesurado y racional equilibrio en medio del más
abrumador de los dolores, Miguel Hernández logra en esta elegía hacer el mayor
reconocimiento a la amistad como vínculo fraterno y solidario entre seres que
la vida hermanó con lazos que ni aun la muerte pudo romper.
La elegía a Ramón es otro cuadro de la vida del poeta
que describe su gran tragedia. Todo lo que constituye sus grandes valores
afectivos se va derrumbando de una manera siniestra y fatal que lo va hundiendo
poco a poco en la mas dolorosa soledad, aún así el no se queja ni se acongoja,
su reacción es de rabia contra la muerte y bien quisiera él con sus propias
manos sacarlo de la tierra y volverlo a la vida cotidiana en el jardín, en el apiario,
en las madreselvas y enredaderas que ambos recorrieron y disfrutaron.