domingo, 18 de septiembre de 2016

A LA GAITANA



Eterna piedra que labró mi raza, en verde alborada vegetal,
azules cerros en que humana  forma dejó su presencia vivencial.
Se llenaron de estatuas las montañas por manos de escultores milenarios
que dejaron en la piedra y en la arcilla el tributo a su pueblo legendario.
Timaná comandaba aquel  ejército de los hijos de la cordillera,
que no tuvo enemigos en la sierra, ni siquiera en los buitres y ni en las hienas.


No sospechó jamás aquel cacique, que otras gentes venidas de otro cielo,
mancharían la sangre de su tribu con el crimen en su propio suelo.
Amarrado a un botalón como una fiera, y llevado sin piedad hacia la hoguera
fue su  joven figura calcinada, para escarnio y dolor de toda América.


Pero no conocían los salvajes de la reina del imperio su entereza,
y la Gaitana con sus propias manos le cobró a Pedro de Añasco su vileza,
con sus uñas le sacó los ojos y lo ató de los pies a la cabeza,
y  llevó de cabestro aquella bestia para vengar el crimen en su tierra.


Es la Gaitana la dignidad de América, es el rechazo a todas las infamias,
es la protesta de toda nuestra indiada contra el invasor de sus almas y sus tierras.

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